Seguidores

viernes, 27 de enero de 2017

Los otros hijos

En 1883, Auguste Villiers de L’Isle-Adam, un escritor amigo de Baudelaire y devoto admirador de Poe, impresionó a los lectores parisinos con sus Cuentos Crueles, una colección de relatos que le hacían honor al nombre. En 1966, Abelardo Castillo, otro escritor admirador de Poe, impresionó a los lectores porteños con Cuentos Crueles, una colección de relatos que repetía el título y la crueldad del libro de Villiers de L’Isle-Adam.  Ignoro si Roberto Montaña es admirador de Poe y dudo de que haya leído a Auguste Villiers de L’Isle-Adam, pero, en medio de tanta incertidumbre, estoy convencido de algo: Los otros hijos bien pudo llamarse Cuentos Crueles; en definitiva, se trata de un libro que lejos está de ser cordial y complaciente: mediante una escritura sutil, insinuante, ajena a los adjetivos fastuosos y a la emoción fácil, Montaña va tejiendo una formidable red de la que no podemos salir, de la que, honestamente, no queremos salir: nadie abandona un buen libro, aunque ese libro no sea precisamente amable. De la misma forma con que Villiers de L’Isle-Adam conmovió a los lectores del siglo XIX, del mismo modo que Castillo conmovió y conmueve a los del siglo XX, estoy seguro de que Montaña conmoverá a los lectores de este nuevo siglo que recién comienza. Basta con leer Los otros hijos, detenerse en cada una de sus historias, para comprender que lo que digo no es un obligado elogio de contratapa sino la simple y comprensible admiración que inevitablemente despiertan aquellos cuentos de indiscutible calidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario