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viernes, 27 de enero de 2017

Frontera

Lo primero que hice cuando Frontera de Griselda Perrotta llegó a mis manos fue leer en la contratapa aquél párrafo tan cuidadosamente seleccionado del cuento “Ejército de Ángeles” donde describe el barrio de Once y su fauna: “De lunes a viernes, Once tiene ritmo de baguala. Parece cumbia pero es baguala.” leía; y desde ese momento devoré uno a uno los relatos en religioso orden (porque por algún motivo alguien le atribuyó ese y no otro) hasta reencontrarme con aquellas palabras.
Dieciséis relatos, muchas noches y algunos viajes en colectivo hacia la facultad. Cada vez que abría el libro verde me intrigaba comprobar con qué me encontraría. En un principio pensé en redactar una crítica implacable, asesina. Así, con palabras pedantes, buscaría ese detalle que se le había escapado a Perrotta, ese punto flojo que me permitiera regodearme de la falla de su ópera prima. Pero no solo no encontré ese grave error sino que en lugar de eso terminé encariñándome con su prosa y sus personajes y deseando leer otro y otro y otro cuento hasta haberlos leído a todos.
Algunos de los cuentos de esta antología fueron premiados, como en el caso de “La fruta prohibida”, que recibió una mención de honor en el concurso Literario de Cuento y Poesía Horacio Quiroga. Es una historia tierna que se adentra en la mirada de un niño mientras describe su cotidianidad y narra su encuentro con algo común pero para él desconocido. La belleza de esta narración muestra la práctica que Perrotta adquirió en los talleres de Alberto Laiseca.
Cada historia cuenta algo, cada protagonista vive dentro de su diégesis y las diégesis de las historias de Frontera no se entrecruzan. Sin embargo, sí hay puntos comunes que unen sin redundar: la inmensidad del mar, la soledad y sobre todo las ausencias. He aquí el hilo conductor que enlaza cada una de las realidades que describe la autora: la muerte como ausencia más drástica, la desaparición, aquello que nunca experimentamos ni conocimos (¿otra ausencia?), la ausencia de sentimientos, la ausencia del amor. Existe un vacío que atraviesa estas historias y sin embargo no deja de contener momentos hilarantes y divertidos propiciados por un viraje en la mirada o en la singularidad de los narradores.
El disparate, el absurdo, la tristeza, la esperanza, todo tipo de sentimientos aparece a medida que avanzamos en la lectura de Frontera. La niñez se encuentra muy presente, las evocaciones, el lenguaje pueril y el recuerdo. Como en el cuento “La reina de la viruta” que me recordó a la fábula El pescador y su mujer por su moraleja sobre cómo la ambición termina convirtiéndose en un arma de doble filo.
Me alegró saber que Frontera se agotó y que ya va por su segunda edición y deseo reencontrarme con Perrotta y con sus universos disparatados en una continuación de esta maravilla. Será hasta la próxima.
Por María Belén Rodríguez

Frontera ya va por su tercera edición y a mí ME ENCANTO

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